Cotorra margariteña y fauna marina enfrentan cruzada contra el Cambio Climático
23 May, 2016 | Ver a la cotorra margariteña recorriendo las zonas pobladas de la región insular venezolana no suele ser algo habitual. La insigne ave regional del estado Nueva Esparta generalmente convive en zonas desérticas de la Isla. Sin embargo, durante el 2016 se han registrado numerosos avistamientos de la especie en las poblaciones de la Península de Macanao, entre ellas: Boca de Río, Guayacancito y El Manglillo. La razón: buscaban agua y qué comer.
Los biólogos lo explican de forma sencilla: las cotorras están adaptadas para bosques secos, más no para la sequía. El cambio climático y la consecuente alteración de todo el ecosistema de vida para la especie ya son visibles para todos. No sólo han generado sus desplazamientos hacia localidades pobladas, también ha retrasado notoriamente su ciclo reproductivo.
“Desde el año 1972, Venezuela no vivía una sequía como la que sufrimos hoy. Por primera vez, en más de 30 años, la especie no ha comenzado su ciclo reproductivo para esta fecha. Ya debían haber construido nidos y prepararse para anidar sus huevos. Pero eso no ha ocurrido”, asegura José Manuel Briceño, biólogo y coordinador regional del Provita, asociación civil sin fines de lucro que promueve el Programa de Conservación de la Cotorra Margariteña.
José Manuel Briceño, biólogo y Coordinador regional de Provita. / Foto: ARCHIVO
Briceño precisa que han contabilizado decenas de casos de cotorras fuera de su hábitat. En algunos casos, halladas muertas contra parabrisas de vehículos; en otros (los mejores), siendo alimentadas por los habitantes de las comunidades. “Observamos que en algunos casos, las personas las han atendido y provisto de frutas para vivir. Hay cierta consciencia de que debemos protegerlas y eso es bueno”, añade.
Según las estadísticas de Provita y la Cooperativa Ecoguardianes, entre 1989 y 2006, la población de cotorras silvestres aumentó de 700 a 1800 aves. En los últimos 10 años, sin embargo, los niveles de reproducción se han estancado en 1600, en promedio. En cada ciclo, la cotorra coloca de 1 a 5 huevos.
“Inferimos que ante los cambios climáticos, la especie se encuentra en situación de supervivencia, y limita su reproducción si no tiene cómo alimentar a sus crías. No hay que ser apocalípticos con el tema, pero es dramático que no haya nidos para el mes de mayo. Estamos haciendo estudios para que estos registros queden formalmente como una investigación que arroje indicadores certeros”, explicó el biólogo.
Según el investigador, clima diagramas y estudios realizados advierten una relación proporcional entre las precipitaciones y el número de huevos durante el ciclo reproductivo de la cotorra. “Esta relación es verídica, por tanto, inferimos que la sequía podría estar alterando el inicio del ciclo, moviéndolo para el inicio de las lluvias”, señaló Briceño.
La fauna marina: una amenaza mayor
Los varamientos naturales descendieron de 35 a 12, lo que advierte sobre el desplazamiento de la especie en búsqueda de nutrientes / Foto Archivo: JHONNATAN BENÍTEZ
Otro escenario similar al de las cotorras lo viven las especies marinas en la región insular y nororiental del país. La huella que deja el incremento de las temperaturas en mares y océanos es ya conocida por todos. Por tanto, en Nueva Esparta la población de cetáceos, tortugas marinas y la población coralina están siendo afectadas en niveles que ya causan preocupación en los investigadores.
El descenso en la producción de fitoplancton y todo el sistema de nutrientes de la cadena trófica, producto del aumento de las temperaturas, han terminado por alterar todo el ecosistema de las especies marinas. En consecuencia, las migraciones y desplazamientos de los cetáceos más comunes que residen en la cuenca oriental venezolana, entre ellas la ballena sardinera y el delfín hocico largo, prácticamente han terminado por desaparecerlas de los indicadores de avistamientos en la Isla.
Luis Bermúdez, biólogo con más 20 años de experiencia en la investigación de cetáceos y actual director regional del Ministerio para el Ecosocialismo y Aguas (Minea), explica que las estadísticas de avistamiento y varamientos de los cetáceos son cada vez más esporádicos en la región nororiental.
Luis Bermúdez, biólogo y director regional del Minea. / Foto Archivo: YULIANNYS GONZÁLEZ
Precisa que desde el 2008, casi un 70% de los varamientos naturales de las especies marinas han disminuido. Las cifras advierten que de 30 a 40 varamientos de ballenas por año, descendió a 12, en promedio. Este indicador explica los movimientos migratorios de las especies, en la búsqueda de sus nutrientes, desplazándose hacia las costas de Brasil y el Caribe norte, en el caso de las ballenas. En el caso de los delfines, los investigadores no tienen certeza de hacia dónde se han desplazado.
Las tortugas marinas tampoco escapan de esta realidad. Las especies Cardón, Carey, Caguama y la Verde, son las que comúnmente desovan en la isla de Margarita, en sus emblemáticas playas turísticas El Agua y Parguito. Se alimentan de medusas, las cuales también han migrado hacia aguas más frías (o menos calientes) del Caribe. Para esta especie, en el 2009 se contabilizan un promedio de 118 nidos en cada temporada de desove en Parguito. En el 2015, tan sólo llegaron a 45 nidos. Estos nidos, con apoyo de la comunidad, son resguardados por los grupos de rescate ambiental asentados en la zona.
“En la Isla, como en el mundo, el ecosistema marino está cambiando y estas migraciones de la fauna y afectaciones de su ciclo reproductivo son producto de ello. Nuestras investigaciones e indagaciones no nos ofrecen datos concluyentes, pero podemos inferir que el cambio climático tiene una alta incidencia en todos estos fenómenos que hoy observamos”, aclaró Bermúdez.
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