En la recta final para un acuerdo climático
Cada año, París es la meta final de la carrera ciclista más dura del mundo, el Tour de Francia. En 2015, la capital francesa, además, es la anfitriona de la COP21, donde la meta es alcanzar un acuerdo climático global que entrará en vigor en 2020.
El acuerdo, que finalmente saldrá de la Conferencia de las Partes en Paris, tendrá que contrarrestar los cambios climáticos, advertidos por los científicos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, y en un plazo establecido limitar el aumento de las temperaturas a un máximo de 2 grados. En la práctica, se trata de reducir el riesgo de, por ejemplo, sequías e inundaciones, tanto en países en vías de desarrollo como en países como Dinamarca y España.
Al igual que el Tour de Francia, las negociaciones climáticas cuentan con casi 200 participantes. Y como el Tour, los participantes están divididos en grupos: hay países industrializados, países en vías de desarrollo, el G77, la Unión Europea, la alianza de pequeños Estados isleños, los Países menos desarrollados (PMD), etc. Cada país y cada grupo tienen diferentes posturas, y a falta de solo nueve meses para la COP21, sigue habiendo desacuerdos en lo que concierne a tres grandes cuestiones: la aportación de las diferentes partes, el común esfuerzo reductor de emisiones de CO2 y la financiación climática. Estas son las montañas más altas en la última etapa para llegar a un acuerdo en Paris.
Todas las partes están de acuerdo en que no se puede exigir lo mismo a todos los países. Los países más pobres y menos desarrollados no podrán, naturalmente, contribuir de la misma manera que, por ejemplo, los países de la UE, entre ellos España y Dinamarca. Sin embargo, la clasificación original utilizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de “países industrializados” frente a “países en vías de desarrollo”, que asimismo define las obligaciones de cada país, está anticuada. Algunos países que desde 1992 han sido catalogados como “países en vías de desarrollo”, tienen hoy en día mayores emisiones y bienestar que algunos países catalogados como “países industrializados”. Para que el acuerdo de Paris sea suficiente y eficiente, los grandes emisores también deberán asumir contribuciones ambiciosas. Todos los grandes deben dar un paso hacia adelante y ayudar.
Hablo aquí sobre todo del esfuerzo reductor de emisiones y, con ello, el nivel de ambiciones del acuerdo de Paris. En la actualidad son pocos los países comprometidos a reducir sus emisiones de CO2, y esto no es suficiente si queremos solucionar el desafío climático global. España, Dinamarca y otros países comunitarios trabajan, por lo tanto, para lograr que todos los países reduzcan sus emisiones, en proporción, naturalmente, al desarrollo y a la capacidad de cada país. El acuerdo de París puede llegar a ser un gran e importante paso en la dirección adecuada, si logra crear un marco global y flexible que motive a todas las partes – y en especial a los grandes emisores – a ir aumentando sus ambiciones después de 2020. No obstante, también es necesario actuar con anterioridad al 2020, cuando es de esperar que entre en vigor el nuevo acuerdo global. Es la razón por la que Dinamarca, al mismo tiempo, trabaja sin descanso por aumentar el esfuerzo reductor de emisiones antes de 2020, poniendo el enfoque en soluciones concretas dentro de ámbitos como la eficiencia energética y las energías renovables.
La tercera gran cuestión versa sobre la financiación climática. Hay consenso en que los países con menos recursos reciban ayudas para concretar sus esfuerzos climáticos, tanto los esfuerzos reductores como los de adaptación. Lo que no hay, es un acuerdo sobre quién tiene que pagar cuánto y de dónde tiene que venir la financiación: muchos países en vías de desarrollo desean objetivos fijos para las futuras aportaciones de los países industrializados, mientras estos últimos, en general, atribuyen más importancia al hecho de que las aportaciones provengan de más países y de que se implique el sector privado.
No me cabe duda de que una financiación pública seguirá siendo necesaria. Sin embargo, tambiénes fundamental comprometer al sector privado y disminuir las inversiones en carbón y petróleo a favor de inversiones en energías renovables y eficiencia energética. Eso puede hacerse favoreciendo las condiciones marco para inversiones respetuosas con el clima. Es importante, por ejemplo, recortar las subvenciones globales a los combustibles fósiles que, a fecha de hoy, están muy por encima de las subvenciones a las energías renovables.
La Unión Europea y Dinamarca trabajan activamente a favor de que todas las partes contribuyan a un acuerdo en París a final de año y de que el este sea lo más ambicioso y flexible posible. La Unión Europea reducirá sus emisiones con al menos 40% para 2030, año para el cual también se tienen objetivos relativos a eficiencia energética y energías renovables. En Dinamarca nos hemos adelantado un poco con el objetivo de llegar a una reducción del 40% ya en 2020 y, a más largo plazo, de ser un país libre de combustibles fósiles en 2050. Un objetivo global similar en el acuerdo de Paris podría enviar una señal valiosa de que en el futuro el carbón y el petróleo serán cada vez más caros, mientras que las energías renovables se abaratarán. Esto podría ayudar a asegurar el cambio necesario en las inversiones privadas.
En Dinamarca tenemos tradición de amplios acuerdos políticos en materia de clima y energía con participación de partidos de todo el espectro político, lo que ha creado unas condiciones marco estables para las inversiones verdes y el desarrollo tecnológico. Empresas danesas son en la actualidad punteras en la producción de, por ejemplo, sistemas de bombeo, aerogeneradores y tecnología de eficiencia energética, todos ellos productos demandados a nivel global. Desde 2000 al 2013, casi triplicamos nuestras exportaciones de tecnología energética, de 3.350 a 9.370 millones de euros.
Por ello, opino que Dinamarca es un buen ejemplo de que la reconversión verde puede ir de la mano del crecimiento económico, y los esfuerzos climáticos no conllevan necesariamente cifras rojas en el resultado neto, ni para las empresas ni para los gobiernos.
Compartimos gustosamente nuestras buenas experiencias relativas a la reconversión verde. Colaboramos con las grandes economías emergentes, entre otras, China, Sudáfrica, Vietnam y México en temas de desarrollo e implementación de ambiciosos objetivos energéticos y climáticos. Esto beneficia al clima aquí y ahora, y espero que beneficie también a más largo plazo el nivel de ambiciones del próximo acuerdo climático.
Y precisamente la colaboración será la palabra clave en 2015. Nos encontramos en la recta final de las negociaciones para un acuerdo global en París, pero contrariamente al Tour de Francia, las negociaciones climáticas no son una carrera con ganadores y perdedores. Todo lo contrario. Todos los países tienen un interés en contrarrestar los cambios climáticos y en cosechar los frutos de la reconversión. Y todos tenemos que contribuir lo mejor que podamos para conseguirlo.
Fotode Rasmus Helveg Petersen: Ulrik Jantzen